Nosotros

Nuestros Personajes

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[dropcap]N[/dropcap]uestro vino está acompañado de cuatro personajes presentes en la amena vida en el tiempo de “El Clandestino”:

El Dueño: cara de bonachón, de ojos pequeños y azules. Siempre se viste con camisas de algodón traídas de Europa. La buena vida le ha pasado la cuenta y en su panza se han acumulado tiempos de abundancia y mesas generosas. Sus manos gruesas dan cuentan de su trabajo en la mina, guardan huellas de cicatrices curadas con el tiempo. Nunca deja su sombrero de paño ni su bastón de madera para mantener una postura prestigiosa y elegante.
Luce un gran cinturón enviado desde Norteamérica por un cliente agradecido de la secreta diplomacia de sus visitas a “El Clandestino”.
En su bigote peinado cada mañana ya brillan unas cuantas canas que esconden su eterna sonrisa.

El Mozo: personaje de mucha letanía en su andar, quizás para lucir su único par de zapatos francés olvidados por un cliente que se fue descalzo luego de perder en el juego, cada amanecer los lustra con ahínco y esmero entre melodías de tango. Usa en su cuello un pañuelo amarrado con gran estilo comprado con su primer sueldo cuando visitó la ciudad. Se achuta con chaquetillas de gran elegancia que se las hizo una mujer copiándolas de una revista que un día le llevó un visitante extranjero. Cuida su peinado y no pierde de vista la peineta con la que pone en su lugar ese mechón porfiado heredado de su padre.

La Mujer: Cuenta la historia que en los terrenos de la viña existía un clandestino administrado por una coqueta mujer. Con un poco de kilos ganados con los años, pero estratégicamente distribuidos en su bella anatomía, tiene un caminar cadencioso que hace ver con gracia y picardía su blanca enagua y medias inglesas, regaladas por un señor muy elegante agradecido por los servicios recibidos. Sus labios rojos y largas pestañas negras cautivan a los visitantes y su aroma a jazmín sale estratégicamente como embrujo desde su pecho.

El Banquero: Animaba las apuestas en “El Clandestino” con un juego de naipes llamado “El Monte”.
Es un hombre que con su mirada busca confundir a los jugadores, tiene manos ágiles, dedos largos, uñas muy cuidadas. Usa un reloj de oro que lo luce con extrema obsesión arremangando con gran parsimonia las blancas mangas de su camisa. Ha fumado mucho en su vida y el sol junto al alcohol, le han pintado la piel de un color atardecer.

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